Es la hora de la verdad. Ya se acabó la dichosa pretemporada, esa que ha estado plagada de interminables viajes, bolos soporíferos de madrugada, entrenamientos que han brillado por su ausencia y un inexplicable calendario que nos ha obligado a jugarnos dos títulos sin apenas preparación. El sabor agridulce que nos queda a los culés tras despedirnos del posible sextete ya es pasado. Pero quedan retos por superar. Aún lejano en el horizonte nos espera el Mundialito que se celebrará en diciembre en tierras niponas, por tanto es hora de centrarse en la competición, en el día a día, desde este mismo momento, para empezar una nueva andadura en la que los hombres de Luis Enrique tendrán que luchar contra todos los elementos para volver a ganar.
Serán el equipo a batir en Europa, todos querrán dar lo mejor de sí ante el equipo que lo ha ganado todo. Se avecina una guerra de guerrillas para desbancar del trono al que pudo tumbar el pasado año a todos los campeones de las grandes ligas europeas, dibujando ante el aficionado una competición casi perfecta. Pero nuestro desafío a la historia nos obliga, pues nadie ha conseguido encadenar dos Champions seguidas. Ahí estaremos en la pelea monsieur Platini, no lo dude usted.
En cuanto a las competiciones domésticas parece que las aguas también bajarán revueltas. Desde las profundas esferas del poder mediático renacerá la caverna más pestilente para dificultarnos todo lo posible en nuestro objetivo, que no es otro que renovar el triplete. Si ya de por sí parece algo utópico, lo será todavía más gracias a “los de Madrid”… a esos que le han metido cuatro partidos a Gerard por “la puta mare” que lo ha parío, a esos chiringuito-comités que tanto les gusta el merengue, a esos periolistos que cobran sobresueldos por no ser bufanderos sino auténticos profesionales de la comunicación (ja!) o a esos otros con toga y martillo en puño que enredan con temas judiciales que no van a ningún lado, sólo de aquí para allá desviando la atención sobre lo que realmente importa… el balón.
A todos ellos, decirles que vamos a dar la cara, a dejarnos la piel y vaciarnos el alma, tanto los jugadores y el mister en el césped como los propios aficionados desde nuestros hogares, cada uno en su sitio y con sus propias armas, todos unidos con “seny, pit i collons” para una vez más, demostrar al planeta fútbol quién es el rey. Contra viento y marea…