Se nos ha ido Tito Vilanova. Todo el barcelonismo llora por el adiós de una gran persona, un magnífico profesional que nos deja un legado irrepetible. Un hombre cuyos valores, basados en el respeto, la humildad y el trabajo, le llevaron a formar junto a Pep Guardiola un pareja irrepetible que será recordada como los creadores del mejor equipo de la historia.
Porque Tito era un hombre de la casa. Desde sus inicios en la Masía como jugador, donde llegó a coincidir en el filial con Ferrer, Amor o Carles Busquets, a finales de la década de los ochenta, demostró ser un centrocampista con clase, elegante, buen conocedor del juego de posesión. Ya por entonces se vislumbraban sus virtudes como posible entrenador. Tras su etapa de jugador, en la que destaca su época en el Celta, vuelve al club ya como entrenador para integrarse en las categorías inferiores, en la que destacaría por dirigir con maestría aquel maravilloso cadete de los Piqué, Fábregas o el propio Leo Messi. “Fue el primer mister que me puso titular”, ha llegado a confesar el rosarino. Pero su gran oportunidad fue la llamada de su amigo Pep en el verano de 2007. A partir de aquí ya nada sería igual.
Porque ambos hicieron campeones a aquél equipo de Tercera. Se trajeron a chavales como Sergio Busquets o Pedro Rodríguez y empezaron un viaje hacia la gloria, en busca de la excelencia deportiva. Esos cuatro años al frente de la nave azulgrana ya son parte de la historia del fútbol. Fueron catorce títulos de diecinueve posibles. Lo nunca visto. Un fútbol maravilloso, espectacular, imparable. Con una filosofía y un estilo de juego innegociable, convirtieron al Barça en el mejor equipo del siglo XXI con todos sus éxitos. Pero, más allá de esto, pasarán a la historia por cómo lo hicieron. Mientras Pep era el líder del vestuario, gran psicólogo y motivador de los jugadores, Tito hacía el papel de ideólogo, de estratega. Si Pep era la rauxa (el arrebato, la pasión), Tito era el seny (la cordura, el saber estar). Una simbiosis perfecta que llevó al Barça a escribir las mejores páginas de su historia.
Tras el adiós de su inseparable amigo, le llegó la oportunidad de hacerse cargo del primer equipo en verano del 2012. Aunque ya sufría la enfermedad desde hacía un año, se hizo cargo del puesto con valentía, demostrándonos que aunque la desgracia se había cruzado en su camino, no iba a arrojar la toalla. Fue un año difícil, incluida una ausencia prolongada en Nueva York para tratar su enfermedad, pero el equipo también le acompañó, superando los obstáculos de su enfermedad y la del propio Abidal, para conseguir una liga inolvidable, basada en la mejor primera vuelta de la historia (55 de 57 puntos posibles) y rematada con unos 100 puntos históricos (y quince de diferencia con respecto al segundo). Todos los culés pensamos que Tito tenía madera para ser el capitán de la nave azulgrana durante años, pero el cáncer regresó con más fuerza hasta que tuvo que abandonar su sueño.
Han sido algo más de dos años de lucha contra algo terrible que no se merece nadie. Su legado como profesional es muy importante, pero aún lo es más su huella en el mundo del fútbol y de todo el deporte en general. El Barça le dio vida a Tito y él nos la dio a nosotros con su lucha, su valentía, su esfuerzo. Un ejemplo a seguir por todos.
Gracias por todo, Tito!!!
Por siempre eterno… DEP